Blog sobre los trabajos realizados durante el Máster de Profesor de Educación Secundaria, especialidad de Dibujo.
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A2_Cultura escolar e innovaciones pedagógicas en el liberalismo
A la vez que se desarrolló en España un sistema nacional de educación, se formó una cultura de la escuela, entendida esta como el conjunto de normas, teorías y prácticas que, fijadas a lo largo del tiempo, se materializan en los modos de pensar y se transmiten de generación en generación entre los miembros de la comunidad escolar. Con la capacidad clara de explicar el funcionamiento real de estas instituciones nos moveremos en torno a dos registros:
- La cultura empírica de la escuela, constituida por la práctica cotidiana en la escuela.
- La cultura pedagógica del primer liberalismo, constituida por las teorías sobre educación de la época.
Conocer las claves de estas formas de
cultura que se origina en la escuela es algo esencial de la nueva
historia de la educación. Y esta cultura se concreta en tres ámbitos
diferentes en la cultura escolar: el de los docentes,
constituido por la práctica en el ejercicio de su profesión; el
político, que tratan de encuadrar el discurso dentro de un
marco normativo y gira en torno al control social, y deja de lado la
racionalidad teórica; y el teórico, configurado en torno a
las teorías y saberes que tratan de explicar la acción educativa
dentro del ámbito científico.
En la cultura práctica de la escuela, los
docentes, la mayoría sin formación, tuvieron que inventar métodos
de trabajo y organización que resolvieran las necesidades de las
escuelas. Los maestros recurrieron a viejos usos, utilizados en las
instituciones gestionadas por la iglesia, según Federico Rubio una
“pedagogía rudimentaria” llevado a cabo por una “galería de
curas”. Esta tradición del dómine, de la persona que adopta el
tono de maestro sin mérito para ello, constituyó la cultura de la
escuela y legitimó el oficio de maestro.
Algunos de los docentes de la época
empezaron a aplicar pautas para ordenar lo que llamaron “la marcha
de la clase”. Pero la primera organización por parte de las
instancias político-administrativas no llegó hasta 1825 y 1838, con
los Reglamentos impulsados por Pablo Montesinos, que
uniformizaban la distribución de tareas en el cursus de la
escuela, siendo esta obsesión uniformista uno de los rasgos
principales de la cultura pedagógica de los liberales.
Se puede entender que la escuela es un
espacio social que construye su propia cultura, siendo esta, el arte
de la enseñanza, una tradición inventada por los propios maestros a
pesar de los factores externos, formando un lenguaje propio y
diferenciado. Todo este conjunto de conductas prácticas se fue
configurando como una cultura profesional, paralela a la que
construían los teóricos y la intelligentsia política del
sistema. Los tratados de la época hablaban de que debía ser el
propio maestro el que creara su establecimiento, los métodos y todo
el sistema de actividades de la clase.
Ligada a esta cultura práctica, el primer
ciclo del regeneracionismo alumbró una cultura pedagógica, formada
por la académica y la política, que se materializó en los estudios
teóricos sobre educación y en las innovaciones metodológicas que
se intentaron introducir a modo de ensayo en instituciones. Se
crearon los primeros centros de formación de maestros, cuyos dos
objetivos eran: fundamentar los valores que debía transmitir la
enseñanza y estructurar la acción educativa conforme a una
ordenación lógica de la práctica docente. La mayor parte de estos
ejemplos los encontraron en el exterior, en el intuicionismo de
Pestalozzi, la teoría de los grados formales de Herbart, el
mutualismo de Lancaster/Bell o el símbolo lúdico-didáctico de
Froebel ligada a la renovación de la educación de los párvulos.
Como ocurrió con las apropiaciones de Montesinos en su exilio o las
adaptaciones de la corriente krausista génesis de la cual fue el
viaje del filósofo Julián Sanz del Río a Alemania, y que sería
muy relevante por la influencia posterior en la creación de la
Institución Libre de Enseñanza. España recibió todas estas
influencias, que descontextualizadas de las culturas en las que se
gestaron, sufrieron deformaciones y provocaron diversas resistencias,
arraigadas a la cultura práctica.
Los tres ámbitos de la cultura escolar
(práctico, teórico y empírico) se desarrollan a lo largo de su
historia de forma independiente, al margen de cada uno de los otros.
Según Zeichner, los teóricos y los políticos no tienen en cuenta
el habitus de los enseñantes, y esta escisión entre culturas
es la que provoca que las reformas educativas a lo largo de la
historia, y hasta nuestros días, hayan fracasado y sigan haciéndolo.
La cultura escolar debe estar formada por cada una de estas tres
subculturas, y cada una de ellas debe de tener en cuenta a las otras
y no dejarlas al margen, para que esta imagen de modernidad que se
pretendía dar ya en las exposiciones universales, se convierta en
realidad y no tope con las condiciones reales de la enseñanza.
Referencias
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Encuentros y desencuentros. Revista de
educación, núm. extraordinario, pp. 201-218.
Escolano, A. (2002). La
educación en la España contemporánea. Políticas educativas, escolarización y
culturas pedagógicas. Madrid: Biblioteca nueva.
López Martín, R. (2012/2013). Historia de la escuela y cultura
escolar: dos décadas de fructíferas relaciones. La emergente importancia del
estudio sobre el patrimonio escolar. Cuestiones
Pedagógicas, 22, pp. 17-42.
Paredes, J. (2004). Cultura escolar y resistencias al cambio en
Educación Secundaria. Tendencias
pedagógicas, 9, pp-131-142.
Viñao, A. (2002). Sistemas
educativos, culturas escolares y reformas: continuidades y cambios. Madrid:
Ediciones Morata.
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