11.12.2014

Redes 114_De las inteligencias múltiples a la educación personalizada


Redes 87_El sistema educativo es anacrónico

A2_Cultura escolar e innovaciones pedagógicas en el liberalismo


A la vez que se desarrolló en España un sistema nacional de educación, se formó una cultura de la escuela, entendida esta como el conjunto de normas, teorías y prácticas que, fijadas a lo largo del tiempo, se materializan en los modos de pensar y se transmiten de generación en generación entre los miembros de la comunidad escolar. Con la capacidad clara de explicar el funcionamiento real de estas instituciones nos moveremos en torno a dos registros:
  • La cultura empírica de la escuela, constituida por la práctica cotidiana en la escuela.
  • La cultura pedagógica del primer liberalismo, constituida por las teorías sobre educación de la época.
Conocer las claves de estas formas de cultura que se origina en la escuela es algo esencial de la nueva historia de la educación. Y esta cultura se concreta en tres ámbitos diferentes en la cultura escolar: el de los docentes, constituido por la práctica en el ejercicio de su profesión; el político, que tratan de encuadrar el discurso dentro de un marco normativo y gira en torno al control social, y deja de lado la racionalidad teórica; y el teórico, configurado en torno a las teorías y saberes que tratan de explicar la acción educativa dentro del ámbito científico.

En la cultura práctica de la escuela, los docentes, la mayoría sin formación, tuvieron que inventar métodos de trabajo y organización que resolvieran las necesidades de las escuelas. Los maestros recurrieron a viejos usos, utilizados en las instituciones gestionadas por la iglesia, según Federico Rubio una “pedagogía rudimentaria” llevado a cabo por una “galería de curas”. Esta tradición del dómine, de la persona que adopta el tono de maestro sin mérito para ello, constituyó la cultura de la escuela y legitimó el oficio de maestro.

Algunos de los docentes de la época empezaron a aplicar pautas para ordenar lo que llamaron “la marcha de la clase”. Pero la primera organización por parte de las instancias político-administrativas no llegó hasta 1825 y 1838, con los Reglamentos impulsados por Pablo Montesinos, que uniformizaban la distribución de tareas en el cursus de la escuela, siendo esta obsesión uniformista uno de los rasgos principales de la cultura pedagógica de los liberales.

Se puede entender que la escuela es un espacio social que construye su propia cultura, siendo esta, el arte de la enseñanza, una tradición inventada por los propios maestros a pesar de los factores externos, formando un lenguaje propio y diferenciado. Todo este conjunto de conductas prácticas se fue configurando como una cultura profesional, paralela a la que construían los teóricos y la intelligentsia política del sistema. Los tratados de la época hablaban de que debía ser el propio maestro el que creara su establecimiento, los métodos y todo el sistema de actividades de la clase.

Ligada a esta cultura práctica, el primer ciclo del regeneracionismo alumbró una cultura pedagógica, formada por la académica y la política, que se materializó en los estudios teóricos sobre educación y en las innovaciones metodológicas que se intentaron introducir a modo de ensayo en instituciones. Se crearon los primeros centros de formación de maestros, cuyos dos objetivos eran: fundamentar los valores que debía transmitir la enseñanza y estructurar la acción educativa conforme a una ordenación lógica de la práctica docente. La mayor parte de estos ejemplos los encontraron en el exterior, en el intuicionismo de Pestalozzi, la teoría de los grados formales de Herbart, el mutualismo de Lancaster/Bell o el símbolo lúdico-didáctico de Froebel ligada a la renovación de la educación de los párvulos. Como ocurrió con las apropiaciones de Montesinos en su exilio o las adaptaciones de la corriente krausista génesis de la cual fue el viaje del filósofo Julián Sanz del Río a Alemania, y que sería muy relevante por la influencia posterior en la creación de la Institución Libre de Enseñanza. España recibió todas estas influencias, que descontextualizadas de las culturas en las que se gestaron, sufrieron deformaciones y provocaron diversas resistencias, arraigadas a la cultura práctica.

Los tres ámbitos de la cultura escolar (práctico, teórico y empírico) se desarrollan a lo largo de su historia de forma independiente, al margen de cada uno de los otros. Según Zeichner, los teóricos y los políticos no tienen en cuenta el habitus de los enseñantes, y esta escisión entre culturas es la que provoca que las reformas educativas a lo largo de la historia, y hasta nuestros días, hayan fracasado y sigan haciéndolo. La cultura escolar debe estar formada por cada una de estas tres subculturas, y cada una de ellas debe de tener en cuenta a las otras y no dejarlas al margen, para que esta imagen de modernidad que se pretendía dar ya en las exposiciones universales, se convierta en realidad y no tope con las condiciones reales de la enseñanza.


Referencias

Escolano, A. (2000). Las culturas escolares del siglo XX. Encuentros y desencuentros. Revista de educación, núm. extraordinario, pp. 201-218.

Escolano, A. (2002). La educación en la España contemporánea. Políticas educativas, escolarización y culturas pedagógicas. Madrid: Biblioteca nueva.

López Martín, R. (2012/2013). Historia de la escuela y cultura escolar: dos décadas de fructíferas relaciones. La emergente importancia del estudio sobre el patrimonio escolar. Cuestiones Pedagógicas, 22, pp. 17-42.

Paredes, J. (2004). Cultura escolar y resistencias al cambio en Educación Secundaria. Tendencias pedagógicas, 9, pp-131-142.

Viñao, A. (2002). Sistemas educativos, culturas escolares y reformas: continuidades y cambios. Madrid: Ediciones Morata.


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